martes, 8 de diciembre de 2009

Buena gente.

Una casa, dos padres y dos hijos un pequeño de dos años, Marquito, y uno mayor de ocho, Diego. Hacía un tiempo que los padres comenzaron a darle permiso para ir a jugar a la plaza de en frente con amigos, al mayor claro, y en un sábado de día despejado Brian, un amigo de Diego, paso por su casa para ir a jugar a la plaza. Diego esperanzado por el hecho de ser fin de semana le pregunta a la madre:
- Má! ¿puedo ir con Brian a jugar a la plaza?
- Mmmhh… esta nublado, puede que llueva.
- Pero si llueve me vuelvo.
- Bueno, anda.
- ¡Llevo la pelota! ¡chau!
- Cuídate nene…
Y corriendo salió a la plaza, al rato de girar la pelota comenzó a chispear. La mamá de Diego salió a buscarlo, allí, en la plaza, se encontró con Liliana, no la conocía mucho. Ella le comento de un grupo de niños que los sábados se reunían para jugar y realizar diferentes actividades, mayormente juegos, Liliana pertenecía a una Iglesia. De esta manera invitaba a Diego para ir, él confundió acepto a pesar de que Brian ya se había ido, pero su madre o alentó, creía que Liliana era una buena persona:
- Vamos Diego te vas a divertir – dijo Liliana –
- Dale anda, después yo te vengo a buscar.
Diego fue, y la verdad es que se divirtió mucho, todos los chicos eran muy amigables, solo uno era un poco irritable, tonto diría Diego, pero de todas formas era divertido. Jugaron, cantaron, merendaron, y también aprendieron algunas cosas. Su madre fue a buscarlo al finalizar la reunión como había prometido. Camino a casa Diego se encontraba pensante:
- ¿Cómo la pasaste? – le pregunto su madre –
- Eeehh… bien má – contesto Diego -
- Que bueno.
- Pero… ¿Por qué sin conocerme fueron tan buenos?
- Creo que son buenas personas.
- Y que buenas… – susurro Diego –

martes, 3 de noviembre de 2009

Mejor así

El otro día laburando un poco, armando un para de sillas pa la casa, tuve que tirar dos viste, me colgué, no se como pero hice una de ma, no sabia que hacerle, taba ahí nadien la usaba, lo hablaba con la Moni:

- Y tírala negro – me decía-

- ¡Ta loca negra! ¿Como la voy a tira?

- Y, se tira en el tacho. No se Fabián dásela a Omar, en una de esas te da un par de verduras.

Entonces fui viste, le dije a Omar, buen amigo, la otra vuelta si nos habremos reído, si habremos tomado. Y sabe que si, me dio un par de verduras, justo le venia al pelo la silla. Le conté a la Moni y me decía:

- Que bien negro, hoy hago algo con la lechuga las cebollas las guardo pa mañana.

- La hicimo bien esta ¡eh!, por ahí me pongo a hacer cosas de ma y las cambiamo por algo, no se, lo que sobre viste.

- Mala no eh esa, pero no se, estamos bien así como tamo ¿no?

- Y si, tenes razón negra, mejor la dejamos pa otra. Así tamo bien.

Igual después de esa vuelta como que me sentía raro, como que algo taba mal viste, y le decía a la Moni:

- Che Moni así no vamo ma eh!

- Así como Fabián, ¿de que habla?

- Esto esta yendo mal, la vida, falta futuro, hay que ir pa delante negra.

- No se negro yo aca estoy muy piola, no te entiendo, vivimos bien.

La Moni no me entiende, ¡bueh! Ni yo me entiendo, pero para mi que sino no nos avivamos, esto va pa tranca, aunque estamos bien.

sábado, 24 de octubre de 2009

¿Quién gano?

Estaba allí como todas las tardes en la agencia 415, Mónica atendía a todo quien dedicara parte de su dinero, algunos de estos todo lo que tenían, a un número, que por cuestiones de suerte y de azar podría llegar a remunerarlos sin ningún esfuerzo alguno más que aquel necesario para el procedimiento metal en que elegían su número, en el cual guardaban parte de su esperanza, y algunos toda. También llegaban algunos pocos para jugar al clásico prode, que aparentemente en el barrio había perdido popularidad, posiblemente por los juegos más modernos de la internet del estilo del gran DT, los cuales aparentaban más atrapantes o emocionantes.
Pero tres de los habituales jugadores eran en los que ella siempre pensaba, tres ancianos, de diferentes características, pero en fin de la tercera edad. Compartían el hábito de jugar en esa agencia, y siempre le agradecían a Mónica por su atención. A ella esto le llegaba muy profundo, y siempre que faltaba por enfermedad o alguna responsabilidad con su hijo, al volver preguntaba a Ricardo por sus preciados clientes, raramente este no sabía nunca decirle, ya que no le parecía verlos, a pesar de ser un hombre muy atento.
Uno de ellos llegaba generalmente por la tarde en su bicicleta estilo inglesa, la acomodaba sobre el poste de luz, bien apoyada para que no caiga, y siempre con mucha tranquilidad y paciencia continuaba atándole la cadena para la seguridad de esta. Una vez asegurada su, creía ella, muy preciada bici, ingresaba al local para hacer su jugada habitual, era de cambiar siempre el número, jamás repitió número mientras ella estuvo a cargo de la atención de la agencia. Su nombre era Flavio.
Otro era Héctor, el más habitué, un hombre de muy pocas palabras, o mejor dicho solo dos oraciones: “a los diez” y “a la cabeza”, además de esto, obviamente, nombraba los números a los cuales creía ganadores. Siempre agradecía con una sonrisa. Luego se retiraba, con un paso muy particular, que Maicol imitaba muy graciosamente, el hijo de Mónica era muy travieso, que se lo retara era bastante común. Mónica lo retaba y le decía no le faltes el respeto al señor, Maicol le decía: - ¿que señor Mamá?, Mónica más enfurecía y lo encerraba en el baño.
Y el tercer anciano en cuestión era Don Celso, hombre de jorobar si los hay, era terrible, él siempre decía que en su niñez fue más travieso que Maicol, Mónica lo contradecía, aunque por momentos se lo creía. Era un hombre de mucha parla, podía permanecer horas charlando en la agencia, a veces había que echarlo con la indiferencia. Era muy gracioso, muy seguido repetía los números, y siempre se ponía a explicar por que los elegía, lo gracioso era que siempre tenía una explicación diferente para los mismo números.
Un día, salió a la cabeza uno de los números habituales de Don Celso, Mónica muy contenta le pidió a Ricardo entregarle el premio ella a Don Celso. Ricardo le dijo:
- Móni, nadie gano hoy.
- Don Celso ganó, ¿no salió el 23?
- Si, pero nadie lo jugo.
Al otro día Mónica enfermo y falto, esta vez no volvió, pero jamás dejo de preguntar por sus clientes, ni de reclamar lo de Don Celso.