sábado, 24 de octubre de 2009

¿Quién gano?

Estaba allí como todas las tardes en la agencia 415, Mónica atendía a todo quien dedicara parte de su dinero, algunos de estos todo lo que tenían, a un número, que por cuestiones de suerte y de azar podría llegar a remunerarlos sin ningún esfuerzo alguno más que aquel necesario para el procedimiento metal en que elegían su número, en el cual guardaban parte de su esperanza, y algunos toda. También llegaban algunos pocos para jugar al clásico prode, que aparentemente en el barrio había perdido popularidad, posiblemente por los juegos más modernos de la internet del estilo del gran DT, los cuales aparentaban más atrapantes o emocionantes.
Pero tres de los habituales jugadores eran en los que ella siempre pensaba, tres ancianos, de diferentes características, pero en fin de la tercera edad. Compartían el hábito de jugar en esa agencia, y siempre le agradecían a Mónica por su atención. A ella esto le llegaba muy profundo, y siempre que faltaba por enfermedad o alguna responsabilidad con su hijo, al volver preguntaba a Ricardo por sus preciados clientes, raramente este no sabía nunca decirle, ya que no le parecía verlos, a pesar de ser un hombre muy atento.
Uno de ellos llegaba generalmente por la tarde en su bicicleta estilo inglesa, la acomodaba sobre el poste de luz, bien apoyada para que no caiga, y siempre con mucha tranquilidad y paciencia continuaba atándole la cadena para la seguridad de esta. Una vez asegurada su, creía ella, muy preciada bici, ingresaba al local para hacer su jugada habitual, era de cambiar siempre el número, jamás repitió número mientras ella estuvo a cargo de la atención de la agencia. Su nombre era Flavio.
Otro era Héctor, el más habitué, un hombre de muy pocas palabras, o mejor dicho solo dos oraciones: “a los diez” y “a la cabeza”, además de esto, obviamente, nombraba los números a los cuales creía ganadores. Siempre agradecía con una sonrisa. Luego se retiraba, con un paso muy particular, que Maicol imitaba muy graciosamente, el hijo de Mónica era muy travieso, que se lo retara era bastante común. Mónica lo retaba y le decía no le faltes el respeto al señor, Maicol le decía: - ¿que señor Mamá?, Mónica más enfurecía y lo encerraba en el baño.
Y el tercer anciano en cuestión era Don Celso, hombre de jorobar si los hay, era terrible, él siempre decía que en su niñez fue más travieso que Maicol, Mónica lo contradecía, aunque por momentos se lo creía. Era un hombre de mucha parla, podía permanecer horas charlando en la agencia, a veces había que echarlo con la indiferencia. Era muy gracioso, muy seguido repetía los números, y siempre se ponía a explicar por que los elegía, lo gracioso era que siempre tenía una explicación diferente para los mismo números.
Un día, salió a la cabeza uno de los números habituales de Don Celso, Mónica muy contenta le pidió a Ricardo entregarle el premio ella a Don Celso. Ricardo le dijo:
- Móni, nadie gano hoy.
- Don Celso ganó, ¿no salió el 23?
- Si, pero nadie lo jugo.
Al otro día Mónica enfermo y falto, esta vez no volvió, pero jamás dejo de preguntar por sus clientes, ni de reclamar lo de Don Celso.

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